Cambia antes de que te cambien...
Decía la película aquella tarde noche finisecular... y ese lema lo he repetido miles de veces, muchas veces sin comprenderlo enteramente, aunque a la vez vaya cambiando de significado según el contexto en el que la digas...
Seguras en la inseguridad constante...
Lo único seguro es el cambio...
Las lesbianas nos hemos acostumbrado a que todo sea inestable e inseguro, que todo se pueda romper o devanecer en cualquier instante, todo es un trabajo estable, una pareja, una amistad de valor... vivir en el caos seguro y constante, en el ámbito sentimental, laboral, de amistades, un día una chica puede ser tu gran amiga aliada y al día siguiente se lía con tu ex tóxica.
Todas estamos bailando sobre tablas mojadas en medio de tormentas en el mar, esperando el tsunami que nos ahogue, y en época de crisis, más: no saber si vas a poder pagar el alquiler este mes, cada mes, durante veinte años, te hace vulnerable y arrimarte a cualquier puerto aunque sea nausebundo, aguantar mil historias fuera de tono, por sobrevivir, porque muchas no tenemos dónde volver… ni nadie que nos vele de verdad, que aguarde nuestra gloria o nos alce hacia la conquista, la base segura de la sociedad de bienestar dinamitada…
Adolescencia tardía, ausencia de seguridad en tus progenitores, que no saben qué hacer contigo, ni cómo ayudarte o quererte, falta de amistades seguras, del círculo social que cimente tus raíces en algún lugar...
Cualquier cosa es más importante que tu, y tu amistad, una cita Tinder, ver una serie basada en cuentos fanstasiosos de vidas inexistentes en la realidad inventada de Netflix, dar de cenar a lxs niñes tenidos para mantener a la pareja aburrida sin nada en común, llevar al gato al veterinario, hacer un curso de cocina km 0, viajar a un lugar donde ser lesbiana está penado con la muerte a pedradas...
Ahora eso les está pasando a todas las personas, nos volvemos vulnerables, en un estado que solo defiende los intereses de los propietarios, como siempre...
Somos como Mbape apelando a valores patrióticos al tomar decisiones laborales, mirando fijamente al diamante envenenado en forma de zanahoria que le han puesto enfrente de la cara, de la mano de un jeque árabe, que a no ser por ser una mina de oro en deportes, le tendría como esclavo en alguna de sus fábricas de algún lugar perdido de Emiratos Árabes...
Nos aferramos a clavos ardiendo que nos queman... muchas veces, somos inexpertas, inocentes que nos dejamos engañar, o queremos seguir creyendo el falso cuento Disney de la felicidad patriarcal, aunque no sabemos seguro que otros modelos funcionen...
Seguimos el instinto, unas veces por amar, por amor, tipos de amor, por seguir en la brecha... otras veces, y demasiadas, por sobrevivir, por comer pasado mañana, por no dormir solas...
Y pasan los años nos hacemos viejas y ya no hay tantos clavos, pero si más vista y experiencia, para ser suspicaz, y verlas venir y aprender a asustarse a la mínima porque sabemos que si huele a mar y se ven a lo lejos los relámpagos en el cielo antes que los rayos habrá tormenta.
¿Qué es la belleza?
¿Sigue siendo lo que el ojo ve? ¿Lo que nos enseña el mundo a apreciar?
La solución, de momento, creo, es empoderarse, ser independiente, liberarse de todas esas creencias, no esperar nada de nadie, no crear expectativas falsas, vivir el momento, no dejar nada para mañana, no esperar a nadie ni ir con prisas a nada, calma, paciencia con una misma, autoevaluarse cada mañana, reevaluar los sueños y deseos cada lunes, plantearse nuevos retos mensuales, fracasar y levantarse, sonreir y llorar cuando surja, sin complejos, humildemente, ser reales... sentir el dolor y el sufrimiento, integrarlos, entendernos... seguir el instinto, que ha "aprehendido" a sobrellevar esos temas... y quizás seamos más exigentes que algunos hombres blancos que saben que tienen varias mujeres esperando a los pies de sus camas... y trabajo seguro en cualquier rama...
25.5.22
JUD
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