El final del arcoíris o el final del amor
13 ABRIL 2020 (EN CUARENTENA)
Los días de lluvia del abril robado son tiempo de silencio para ella que lleva ya más horas y minutos sin compartir su cuerpo de las que desearía.
No sabe cómo empezar a escribir todo lo que nada en su consciente inconsciente, como si hubiera un destino utópico por alcanzar una vez más.
Las falsas ilusiones o recreaciones mentales de lo que pudo ser y no fue nunca ya no consuelan a la mente perenne de una mujer que se sale por la tangente de todos los estereotipos sociales patriarcales.
Vive el sueño de Virginia Wolf y el de muchas mujeres que en su época no pudieron alcanzar, la idea de la mujer libre independiente intelectual y solitaria que ama y vive sin tapujos ni medias tintas.
Vive sola, con dos perros rescatados un poco asalvajados pero cariñosos que le llenan de medallas en forma de pelos estos días de la marmota que pasarán a la historia por lo que nunca llegó a pasar. Fue a la doctora de cabecera dos veces en febrero para revisar su sangre y vagina ya que sufre desde hace años de mareos y dolores abdominales extraños producto de la edad, y ésta le dijo: “no vives sola, vives con dos perros”, como si la quisiera consolar.
Llegada la cuarentena, después de un lustro de abandonar explícitamente el cobijo de varias amistades oxidadas, consiguió encontrarse consigo misma en un piso humilde hipotecado en un rincón del final de la ciudad de la libertad, Barcelona.
Un trabajo estable por fin conseguido tras muchas idas y venidas de veintipico años en empresas donde lo último que cuenta son las personas y la humanidad, que ahora se esfuma un día cualquiera en medio de la mayor tormenta mundial hipócrita que afecta a el estado de bienestar.
Sin dinero ahorrado, fruto del bajo sueldo y los altos precios e impuestos que sufrimos las personas solteras y sin hijos, ni futuro inmediato claro en estado de alerta por una pandemia que los poderosos capitalistas intentan resolver dando palos de ciego, con la presión de la consciencia colectiva apaleando su estabilidad emocional día a día, aún así, dentro de sí misma sigue brotando una brillante chispa de esperanza, una visión instintiva que sale de su alma a pesar de todo y que le hace creer que todo va a salir bien, si eres ecofeminista. Esa faceta de bruja sigue latente y la tiene en cuenta realmente tras haber asistido en su existencia a varias situaciones en las que esa vena instintiva innata siempre acierta.
¿Cuáles son sus sueños si se desmorona el actual sistema medieval obsoleto y desaparece el tiempo?
Ella siempre ha querido una pareja estable porque es la idea ideal de vida impuesta en su sociedad judeocristiana.
Ahora se plantea otras opciones: vivir sin sexo con otras personas de por medio el resto de su vida, y dejar de contar los innumerables cigarrillos fumados entre polvo y polvo, o ir chapoteando en los charcos de sucedáneo de amor que los días de lluvia y tormentas como la de hoy le pongan en bandeja ante su mirada cuestionadora e incrédula.
Nunca se ha sentido suficiente para nadie, pero se gusta a sí misma, cree en ella, pero igualmente siempre enseguida se enreda entre palabras necias y malos rollos, energías en baja vibración donde se ceba su inseguridad infinita, de la que hace relativamente poco es consciente tras haber entendido que todo puede derivar de cierto grado de TEA y TOC sin diagnosticar ni tratar por la falta de medios gratuitos en la falsamente alabada sanidad pública estatal.
Le gusta una chica que le dijo que no pero que le ronda, el típico “ni contigo ni sin ti”, tal que sí, como en otras tantas fases de su vida. En círculos místicos dicen que son procesos vitales que hay que superar y por eso repetimos esas fórmulas, quizás de auto sabotaje de la felicidad propia o por cubrir la necesidad de rebajar la premura insana de la fría soledad en cuarentena, de cuarenta de edad y de pandemia.
El final del amor, podría llamarse, o el final del arcoíris, al darse cuenta de que después de su cuarentena, quizás nunca ha amado a nadie realmente, tras trece montañas y catorce valles, veinte ríos y tres océanos, y cincuenta infiernos. Fausto se quedó corto y Dante tenía las de ganar.
Y también sueña, por qué no, con un mundo de estilo picaflor, de un día una y otro día otra, pero el cuerpo y la cintura ya no acompañan tanto como con veinte o treinta y tantos, donde era llegar y besar el santo, ahora toca roer huesos, lamerlos y sin esperar nada a cambio, armarse de paciencia con mucha calma a que se decidan o decida ella huir de un nuevo compromiso impredeciblemente caótico.
Antes eran ellas ahora es ella.
Esas absurdas contradicciones, ¿de mujer madura?, de si quiero que venga a estar y luego cuando está echa de menos su yo tranquila y sola mirando empanada el devenir.
Quizás le gusta el no actuar, el dejar que no suceda nada, a ver qué tanto es capaz de soportar tanta insidia o necedad sobre ella misma.
Las desea a todas y a ninguna.
Se dejaría llevar...(pensamientos silenciosos ronronean en sus neuronas). Todas a la vez no, ¿o tal vez sí?, bueno sería cuestión de probar. Qué ilusa se siente al tejer esos juegos en sus “puzzles” mentales sabiéndose cayendo por el tobogán de la edad.
También considera la certeza de que la vejez “pone” a muchas tiernas jovencitas y sería una buena baza que jugar.
Siempre hace el mismo ataque repetitivo e insolvente en sus partidas de ajedrez, la importante es la reina, pero siempre la deja a sus anchas, libre, y claro, se la juega y le revierte en jaque mate en cuanto se despista.
Le gustan las negras, luchadoras, hacer movidas con los peones y torres, que alguna vez brillan con buen tino.
Ahora sabiendo que quizás no hay futuro, hacer reporte de lo vivido es lo que toca, ni siquiera escribir esto o crear arte sirve de nada si no hay nada mañana, pero nos queda el consuelo del ayer, saber que has sido buena persona y que has intentado vivir lo mejor posible en cada momento, luchando por tus ideas y derechos.
Este no es un relato radical de experiencias sexuales y/o identitarias variadas, de dejarse por fin crecer el vello corporal, de amores locos con la repartidora de compra de tu barriada y/o compartir cybersexo y “nudes” con la psicóloga de urgencia, este es un relato real, de relatar, de relaciones que eran cuentos narrados en tercera persona, con punto de vista omnisciente, y que tras media vida descubres que es toda una fórmula de existencia absurda.
Y volviendo al optimismo del que se caracteriza su rara bruja interior, no es para deprimir ni rebajar vibraciones este humilde escrito, es para explicar, que quizás muchas aún estáis a tiempo de entender que hay que vivir el momento en cada instante y disfrutarlo por ti y para ti y nada más. Intenta crear tu modelo propio de vida, crea nuevas fórmulas, no te limites, no repitas modelos de moldes heteropatriarcales obsoletos y absurdos, de dependencia, de pareja eterna, de hijos, coche, casa, perros, gatos, motos, de Netflix, de consumista pasiva; no caigas en su trampa, de hacernos a su imagen y semejanza, hemos de continuar siendo únicas, libres y diferentes, para marcar el paso y caminos diversos a quién quiera que venga detrás, para que sean un poco más libres de mente y de vida propia cada vez que tengan que elegir. El arte por el arte, la vida por la vida, tan lejos tan cerca, tan simple tan complejo de entender. Para que el arcoíris (fenómeno óptico) y el amor patriarcal no sean sus objetivos vitales finales, sino experiencias fluidas que condimentan tu huerto urbano propio en tu vida propia, que empezó por una habitación compartida.
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