Porqué la vida es tan cruel, porqué juega con nuestros corazones, los tira, les escupe, los pisotea y los remata de dolor encolerizado.
La rabia intensa de la impotencia ante problemas que no puedes arreglar, en el trono de todos los errores que has cometido. En el trono de las mentiras que te has creído y que te hacen parecer imbécil siempre.
Patrañas y falacias de bocas infames, heridas salvajes a ras de piel.
Cuando todo parece en calma, cuando luce el sol por la mañana, el frío no te acecha por la espalda, cuando aun quedan restos de democracia vital, cuando las sonrisas florecen por doquier en la selva de la ciudad humeante.
Balbucean mis entrañas de recelo y desconsuelo por no encontrar una vía de escape a esta emboscada existencial.
Son las crías de tus errores, que no puedes remediar. Retumban en tu cabeza las situaciones del ayer, que pudiste corregir, que pudiste enderezar.
Una alegría como caída del cielo te provoca una tímida sonrisa, y tu brincando de una sutil sensación de alegría, que por no estar habituada, rellena alguna válvula de tu corazón momentáneamente. Y te giras y de repente el viento viene de cara y te pega hachazos continuados en las piernas, sin querer disimular, quiere que caigas al abismo de la mediocridad, a la nada absurda de la cruda realidad.
Por más que luches no hay recompensas, solo silbidos que te recuerdan, que puedes volver a tropezar en cualquier momento.
El suelo está muy frío y es muy duro, estoy harta de caer y rebotar en el.
Todo la energía desgastada en todos estos años parece que no ha servido de nada.
Sólo me ha hecho convertirme en alguien tan triste que no cree en la felicidad.
Y aunque vea gente que pueda estar mucho peor, no puedo dejar de gritar en silencio, y querer convertirme en mariposa, para poder ser libre por un día y revolotear sin pensar qué soy, quién soy, a dónde voy, y qué coño va a ser de mi vida.
Quiero que todo me de lo mismo.
Quiero ser insensible, doblegar al llanto por la soledad impuesta, refugio fingido de la libertad.
Quiero abrazarme a ti, pero estás tan lejos, como el destino te pudo colocar, para hacerme ver que es imposible que te pueda sentir junto a mi cada noche y cada despertar.
La impaciencia me sublima a la incredulidad.
No quiero esperar más, quiero un regalo de la eternidad.
No pido nada más que otro ser humano, poder vivir sin sufrir, sin regatear al tiempo y a la velocidad, que estría mi piel, y la reseca volviéndola intrínseca y espeluznantemente espectante.
Viene el tiempo de silencio, el tiempo de apagar las luces para que no gasten de más, de comprar cosas de menos de 1 euro.
El orgullo en detrimento.
Todas las cosas buenas se va agotando, el dinero, la pasta de dientes, el cariño de tu pareja, la paciencia de tus padres, las convocatorias de las asignaturas, la tinta del bolígrafo, el saldo del teléfono, la memoria del ordenador, las ganas de luchar, la nevera se va quedando cada día más vacía, estas harta de comer huevos, de beber te, de caminar sola por la acera escuchando las tristes canciones que caben en el corazón hundido en el mar del olvido y la desesperación.
Las amistades son egoístas, y solo piensan en sus intereses, como tu familia, como tu.
Nadie da nada a cambio de nada.
No se puede ser solidario en esta vida.
No existe la solidaridad intrínseca.
Sólo una amiga o dos pican a tu puerta cuando la oscuridad se cierne sobre una.
Y claro como están igual o peor que tu, pues la ayuda oportuna es escuchar tu aullido repetitivo, que arde en sus oídos, como el suyo en los tuyos.
Qué enmienda podremos encontrar a esta vida de insultante dolencia.
Nos vamos de viaje sin nada, sin saber que hacer al fin del mundo.
Quiero escapara a tus brazos.
Después de un dia malo llega otr peor, no, otro mejor.
La vida se come el tiempo que no existe.
Quiero vivir eternamente.
Quiero morir tranquila.
Quiero respirarte cada día.
La rabia intensa de la impotencia ante problemas que no puedes arreglar, en el trono de todos los errores que has cometido. En el trono de las mentiras que te has creído y que te hacen parecer imbécil siempre.
Patrañas y falacias de bocas infames, heridas salvajes a ras de piel.
Cuando todo parece en calma, cuando luce el sol por la mañana, el frío no te acecha por la espalda, cuando aun quedan restos de democracia vital, cuando las sonrisas florecen por doquier en la selva de la ciudad humeante.
Balbucean mis entrañas de recelo y desconsuelo por no encontrar una vía de escape a esta emboscada existencial.
Son las crías de tus errores, que no puedes remediar. Retumban en tu cabeza las situaciones del ayer, que pudiste corregir, que pudiste enderezar.
Una alegría como caída del cielo te provoca una tímida sonrisa, y tu brincando de una sutil sensación de alegría, que por no estar habituada, rellena alguna válvula de tu corazón momentáneamente. Y te giras y de repente el viento viene de cara y te pega hachazos continuados en las piernas, sin querer disimular, quiere que caigas al abismo de la mediocridad, a la nada absurda de la cruda realidad.
Por más que luches no hay recompensas, solo silbidos que te recuerdan, que puedes volver a tropezar en cualquier momento.
El suelo está muy frío y es muy duro, estoy harta de caer y rebotar en el.
Todo la energía desgastada en todos estos años parece que no ha servido de nada.
Sólo me ha hecho convertirme en alguien tan triste que no cree en la felicidad.
Y aunque vea gente que pueda estar mucho peor, no puedo dejar de gritar en silencio, y querer convertirme en mariposa, para poder ser libre por un día y revolotear sin pensar qué soy, quién soy, a dónde voy, y qué coño va a ser de mi vida.
Quiero que todo me de lo mismo.
Quiero ser insensible, doblegar al llanto por la soledad impuesta, refugio fingido de la libertad.
Quiero abrazarme a ti, pero estás tan lejos, como el destino te pudo colocar, para hacerme ver que es imposible que te pueda sentir junto a mi cada noche y cada despertar.
La impaciencia me sublima a la incredulidad.
No quiero esperar más, quiero un regalo de la eternidad.
No pido nada más que otro ser humano, poder vivir sin sufrir, sin regatear al tiempo y a la velocidad, que estría mi piel, y la reseca volviéndola intrínseca y espeluznantemente espectante.
Viene el tiempo de silencio, el tiempo de apagar las luces para que no gasten de más, de comprar cosas de menos de 1 euro.
El orgullo en detrimento.
Todas las cosas buenas se va agotando, el dinero, la pasta de dientes, el cariño de tu pareja, la paciencia de tus padres, las convocatorias de las asignaturas, la tinta del bolígrafo, el saldo del teléfono, la memoria del ordenador, las ganas de luchar, la nevera se va quedando cada día más vacía, estas harta de comer huevos, de beber te, de caminar sola por la acera escuchando las tristes canciones que caben en el corazón hundido en el mar del olvido y la desesperación.
Las amistades son egoístas, y solo piensan en sus intereses, como tu familia, como tu.
Nadie da nada a cambio de nada.
No se puede ser solidario en esta vida.
No existe la solidaridad intrínseca.
Sólo una amiga o dos pican a tu puerta cuando la oscuridad se cierne sobre una.
Y claro como están igual o peor que tu, pues la ayuda oportuna es escuchar tu aullido repetitivo, que arde en sus oídos, como el suyo en los tuyos.
Qué enmienda podremos encontrar a esta vida de insultante dolencia.
Nos vamos de viaje sin nada, sin saber que hacer al fin del mundo.
Quiero escapara a tus brazos.
Después de un dia malo llega otr peor, no, otro mejor.
La vida se come el tiempo que no existe.
Quiero vivir eternamente.
Quiero morir tranquila.
Quiero respirarte cada día.
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