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Colarse en el metro adelgaza.

Colarse en el metro adelgaza.

Sí, me lo dijo mi amiga Laia, que su novia le precisó que si iba de Barcelona a Terrassa sin billete válido, con una T-10 del área metropolitana de sólo Barcelona, pues que le cogía como una ansiedad angustiosa, le arrebataba la adrenalina, y al salir del tren viendo como se había escabullido de los picadores de billetes por un vagón, pues tenía un tipo de sensación espitosa de no parar y acelerarse hasta ponerse tan estupenda como las ardillas de Edimburgo que vienen a comer de tu mano en los bancos depositados a lo largo y ancho de sus interminables parques de césped y árboles.
Correr no te sacia, el orgasmo en esos momentos no es exactamente lo que te pide el cuerpo, no tienes hambre, pero podrías luchar contra los titanes de Gea.
Yo cada día me cuelo en el metro, paso por debajo de los torniquetes, o los salto, o si tengo suerte lanzo el bolso por las vallas de salida y desbloqueo el imán que las protege de salvajes usurpadores. La que ordena la música en el almacén está de guardia, vigilándome, acechándome, se marcha deprisa, como quien va detrás de un último mensaje de esperanza. ¿Porqué realmente vale la pena perder el tiempo?.
Sólo quiero escuchar a las mariachis en mi entierro "quiero sobrevivir", quiero sentir una vez en la vida, que alguien siente por mi algo puro y verdadero. Y no se valen hombres, ni familia, ni primas, ni primos hermanos. Que más raro sería otras cosas que me han pasado.
Esta noche he llegado a mi casa, en la otra punta del extrarradio de las barcelonas del siglo veintiuno. Una mujer a una nariz pegada, dos Smint, ningún beso, una mujer rara que me empotraba contra la pared en busca de mis labios, presumiendo de edad sin saber que yo tengo prácticamente la suya. Es un suponer ésta existencia.
Inventar un deporte que consiste en que varias personas se dispongan a lo largo de la playa de la Barceloneta, y distribuyan el mar entre cinco líneas que construyan un simulado pentagrama musical. Cada una tira una manzana de un color y tipología distinta, verde, roja, amarilla limonera, Fuji, etc. Entonces los jugadores tiran las manzanas que tintan el agua allá donde caen, de éste modo se dispone una continuidad de notas a la altura de cada línea del pentagrama que las manzanas hayan designado, así se comulgan y crean una melodía posible que se compondría y vendería en CD's, o en politonos para el móvil, para recaudar fondos para el futuro viaje de fin de carrera.
No queda tanto para el año que viene. Quince días.
La gente te pregunta que qué vas a hacer en Fin de año, y no se si decirles que lo mismo de siempre, o proponerles una posible orgía tipo el final de El Perfume.
Si no suena la campana, les diré que estaré sola tirando calderos de agua por la ventana, para tirar de mi todo lo malo del año que pasa, desde el kilómetro cero, no cantan los Smashing Pumpkins, pero dejé allí mis esperanzas malditas y mis sueños.
Tan emperrada estás en esa mujer me dijo una voz lejana pero cercana, tan perdida en ella que vives sin vivir en ti. Las ilusiones me matan, que me rompan la noche y la mañana. Si viniste para nada, si te fuiste como si nada, si huele a azufre tu mirada, si te vas, si me clavas tus estacas de perdición desconsolada, si detienes el tiempo en cada esquina, por recordar los besos que tanto anhelaste aquel día cayéndonos silvestres por la avenida de las américas. Mi calle de allí es tu calle aunque esté el nombre de mi hermana de sangre junto al mio. Si mis besos resultan tíbios en tu sentir, si prefieres herir que sembrar, si no te merece la pena perder el tiempo en algo que no sea en ti, pues prefiero seguir cazando mariposas los días de lluvia por mi ciudad. Porqué es tan mía como tuya, lejana igual que de ti, conocida y caminada una y otra vez, descubierta y redescubierta cada amanecer. Escuchando el repicar de los andares de los y las que anduvieron por allí. Calzando tus botas de siete leguas no puedo respirar porqué me ahoga la niebla al caminar. A veces doy los gritos de dos en dos, porqué no me queda tiempo para más. A veces me giro y ya no estás.
Y sigo sola al caminar una y otra vez, el ir y venir, por esta ciudad.
Los mismos ojos, las mismas miradas, los labios tersos, las bocas selladas. Los pies quietos y los corazones titubeando entre las dudas de la ansiedad de querer ser querido como tu quieres que te quieran.
Sin ruidos, con educación, sin rebuznos, sin toser, sin alaridos de grandeza, sin ser mejor que nadie, honestidad, humildad, humanidad y constancia, las máximas de las relaciones públicas. Ahí estaré buscando la filosofía de la vida, que es mi vida, tu vida, y la de cualquier Tuareq.
El mundo discrimina. La vida es una elección continua de seguir o cambiar, de arriesgar perderlo todo cuando no tienes nada, en realidad. El miedo al fracaso, a llorar la existencia difuminada entre las burlas de lo ajeno.
Ojos del ayer olvidado, labios del ayer afligido, por esperar nada a cambio de haber subido la escalera para tocar el cielo.
Pestañas batientes, titubeantes, todo el mundo a sus puestos que empieza la batalla de la navidad.
Tener o no tener. Poseer o no poseer. No quiero nada más que la felicidad eterna.
No quiero morir, quiero vivir y sentir complacencia. Quiero que me llamen al teléfono desde un número privado y me vendan un seguro para mi y otra persona que viva conmigo. Confirmarle al vendedor que es otra mujer, confirmarle a mi vida que no
volverá a padecer el frío intenso de la salvedad de creerse inconmensurable.
Repetir lo mejor que has oído, escuchar al oído como cantan las ranas debajo del puente mientras pasa un tendero y dicen, "¡qué vida tan cara me vuelvo a la charca!".
Es que una camiseta vale 20 euros, unos pantalones 30, comer un mes de marcas blancas 50 euros, pagar la hipoteca, el seguro, las facturas de la luz, el agua, el gas, Internet, etc.
Viene la vecina inmigrante poseedora de un Badulake y te pregunta para que le asesores como robar línea de Internet a los vecinos.
Nunca fueron buenas segundas partes, menos "Terminator 2".
Seguir soplando velas, seguir comiendo uvas, seguir besando labios sin saber cuando se acabará la condena.
Me gusta leer y escribir, me gusta disfrutar de la gente altruista y optimista, porqué es mi estilo pensar que todo mejora, que nada es imposible y que hay que vivir en busca de la velocidad cada día.
Reencontrar caras desconocidas.
Devolver los libros de la Biblioteca.
Recoger la casa y poner las cosas en su sitio para el buen Feng Shui.
Si buscas no encuentras, si ofreces la vida a cambio de nada no vale la pena para nadie más que para ti.
El silencio apremia. La distancia se alarga con la in insistencia de seguir, volver o redimir.
Nada es mejor que nada. Las mismas calles, los mismos rincones, la misma vida entera.
Reconstruir las murallas caídas por la tormenta.
Desinmiscuir la respuesta a la eternidad.
¿A caso no me merezco que alguien me quiera hacer feliz?.Discreción a discreción.
Comprar no te hace feliz, reutiliza todo lo que tengas, no tires tantas cosas, cámbiaselas o dáselas a alguien que las pueda necesitar.
Piensa en los demás y pensarás en ti.
Cuélate en el metro y en todos los sitios que puedas, que debería ser todo gratis.
Roba, esconde y trajínate a los centros comerciales.
Si los pisos no son tan caros, si no es eso, si es que los sueldos son tan bajos, si no suben realmente desde hace 5 años.
Por un sueldo digno.
Por la jornada intensiva con descansos.
Por ir sentada siempre.
Por mirar y observar como nadie tiene que madrugar.
Que nadie se compre un coche, ni se saque el carne, que vaya andando o en bici.
Que nadie compre lo que sale en la tele ni en las revistas.
Que un día nadie pague.
Que la música y las películas sean gratis, que Internet sea gratis, que la tele sea gratis, que la vida sea gratis.
Que reduzcan la jornada laboral a 6 horas.
Que las mujeres cobren el doble.
Que las mujeres gobiernen y manden en las empresas.
Que destruyan todas las compresas con alas tanga.
Que desparezcan los tanga.
Que vuelvan las luciérnagas a cantar mi serenata preferida: que viene el negro...tum, tum, tum... que viene.
Porque nada tiene precio, ni siquiera tu tiempo, ni tus desprecios sin precio.

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